28 sept 2007

El Trono y las Aguas
Acercamiento a la aleya "Wa kana ‘arshuhu ‘alá l mâ’"


وَكَانَ عَرْشُهُ عَلَى الْمَاء

El Trono y el agua en la Historia pre-religiosa

Las tres religiones monoteístas; judaísmo, cristianismo e islám, coinciden en sus Sagradas escrituras en concebir el Trono de la Divina Omnipotencia, así mismo en que reposa sobre las eternas primordiales Aguas rodeado por Ángeles o llevado por los mismos. Todo ello no ha de sorprendernos al considerarse las tres una continuación del primer y original Mensaje de Al-láh a Su Profeta Ibráhím o Abraham; pero nos hace plantearnos la pregunta obvia de la existencia del Trono en las religiones y creencias anteriores al monoteísmo abrahamiano.
Encontramos menciones milenarias en las leyendas sumerias, babilónicas y del antiguo Egipto, y, siendo el judaísmo la más antigua de las tres religiones veremos después como el Antiguo Testamento reproduce y recoge la imagen del Dios Entronizado sobre las aguas para pasar el testigo al cristianismo que reproduce y menciona el Trono divino y finalmente el Islam en el Qur’án nos describe el Trono de la omnipotencia Divina descansando sobre el agua.
Puede esto dar a entender para los “incrédulos” que ello es prueba de lo “humano” del mensaje religioso dado que se parece a las leyendas y a la literatura popular en cuanto a su semejanza y perpetuación a través del tiempo a mano de los distintos pueblos y civilizaciones. Pero de igual manera puede ser la prueba de la perpetuación del mensaje divino a lo largo de los tiempos y muestra fehaciente del mensaje original de Dios a todos los pueblos a lo largo de la historia de la humanidad.
Los hebreos vivieron distintos episodios de su larga existencia emigrados en Egipto, en Babilonia, Mesopotamia y Persia, lo mismo que sometieron y ocuparon las tierras de Kanán y Palestina. De allí que es procedente buscar por esas tierras y sus civilizaciones y leyendas las primeras menciones del Trono y el concepto de las primeras y eternas aguas.
En el ancestral pensamiento sumerio, como la civilización más antigua de la zona, se le atribuye al agua el ser origen de la existencia y de la vida que brotó de él expandiéndose por cielo y tierra. El agua del mar era el principio; la diosa Nammu para los sumerios que creían en su eternidad. De las eternas aguas marinas nació una montaña cósmica que representa la unidad de cielo y tierra; An el cielo y Ki la tierra y de la unión de ambos nació el dios del aire Anlil que separó el cielo de la tierra soportando su padre An el cielo y ocupándose él de la tierra. Una vez separada tierra y cielo se crearon los astros y las estrellas.
Esta leyenda sobre la eternidad del agua apareció en las creencias babilónicas y más precisamente en la famosa historia de la creación conocida como Inoma Ilitsh, donde encontramos de nuevo que en el principio no había más que las eternas aguas llamadas Absú (el agua dulce -masculino) y Tiáma (el agua salada -en femenino), y de su mezcla nació la primera generación de dioses. Lo mismo que el cielo y la tierra se formaron como resultado de la partición en dos de Tiáma en dos a manos de Marduj.
La leyenda babilónica Inoma Ilitsh de la creación comienza insistiendo sobre la eternidad del agua rezando:
“Cuando en las alturas no había cieloNi a bajo había tierraNo había de los dioses más que Absú su padreY Tiáma que les parió a todosMezclando sus aguas”
Esta misma creación desde el agua la recogen distintas civilizaciones y se repite en las leyendas asirias donde las aguas primas reciben el nombre de Yem el cual fue derrotado por el dios Baal quien decretó el orden universal. Hasta para los griegos también se habla de un dios (Decanos) que surge de las mismas aguas y de él surge el universo.
Pero es en la leyenda egipcia donde adquiera gran importancia tanto el agua como el trono acercándose de forma peculiar a la imagen abrahámica de dichos acontecimientos de la génesis. En las creencias de la ciudad de Úwn (Helópolis) se concebía la primera creación desde Nún las aguas ancestrales, aunque Rá, el primer dios surgido de las ancestrales aguas y del que nacieron las demás deidades, no nació de ellas pero sí estaba en ellas y es donde se creó a sí mismo; de allí su apodo El que existe por sí mismo.
Pero, a los “sacerdotes” de Úwn se les planteaba un problema; ¿La existencia de Rá sobre las aguas eternas directamente o mediante algo sobre el que se sostenía? La cuestión no era nada baladí ya que la solución representaba la aparición de la forma geométrica más representativa de la civilización egipcia; la pirámide: “Rá se sostiene sobre una piedra de forma piramidal, llamada por los egipcios Benben, y ésta adquirió desde entonces su importancia como símbolo sagrado del Dios Sol.”
Así vemos la imagen completa del Dios Rá de pié o sentado sobre la piedra sagrada de forma piramidal que se sostiene a su vez sobre el agua. Es lo más cercano al imaginario religioso monoteísta que se recoge en la ancestral civilización egipcia desde los tiempos más remotos. No obstante, en los grabados y bajo relieves de las Pirámides egipcias se recoge otra imagen/leyenda del Dios Rá surcando el cielo en su barco como si éste fuera las aguas ancestrales cuya parte de arriba se hizo cielo y la de a bajo tierra. La barca en este caso es el trono que se mece sobre el agua llevando la divinidad egipcia máxima de todas las familias faraónicas de la antigua historia.
Encontramos entonces este nexo que vincula las creencias y leyendas desde el antiguo Egipto pasando por sumerios y asirios hasta desembocar en el judaísmo, cristianismo e islám como religiones que comparten el espacio tanto histórico como geográfico con dichas creencias.

El trono en el Antiguo y Nuevo Testamento

Como primera religión abrahámica instauró en sus Sagradas Escrituras y a través de la Revelación la imagen del Dios entronizado desde la aurora de los tiempos, sujetándolo los alados Ángeles por los cuatro lados (en los siguientes versículos aunque se habla de “Escabel” se refiere al Trono):
“Entonces él dijo: Oye, pues, palabra de Jehová: Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda.” (Los Reyes 1º, 19:22)
“Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; Sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres.” (Salmos 4:11)
“Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; Cetro de justicia es el cetro de tu reino.” (Salmos 6:45)
“Firme es tu trono desde entonces; Tú eres eternamente.” (Salmos 2:93)
“Jehová estableció en los cielos su trono, Y su reino domina sobre todos.” (Salmos 19:103)
“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.” (Isaías 1:6)
También nos habla Ezequiel de cómo vio al Dios sentado en Su Trono sustentado por los querubines o Ángeles alados, en el mismo apartado de los querubines aparece la referencia a estas criaturas portadoras del Trono de Dios (Ezequiel 1:26-28 y 3:9).
26
Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él.
27
Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor.
28
Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.”
Muchos han querido ver en los ángeles y querubines portadores del Trono Divino la imagen de los toros alados babilónicos y asirios, o mejor todavía del Esfinge a los pies de la Pirámide, siendo esta como hemos visto su equivalente del Trono.
Centenares de años después del Judaísmo viene el Cristianismo a perpetuar la misma imagen en los Libros del Nuevo Testamento; el Dios (Padre) que se asienta sobre Su Trono y a Su derecha Jesús (Hijo) y delante de ambos las distintas criaturas angelicales, humanas y animales:
“y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él.” (Mateos 23:22)
“puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12:2)
“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono;” (Apocalipsis 4:1)
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.” (Apocalipsis 3:21)
“Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos,” (Apocalipsis 9:4)
“Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones,” (Apocalipsis 5:11)
“Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos”. (Apocalipsis 5:13)
“Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios,” (Apocalipsis 7:11)
Siete siglos después, el Enviado de Al-láh Muhammad (ص) como colofón de la profecía y final de la revelación, en el Sagrado Libro del Qur’án, también nos acerca a la divina imagen de Al-láh en Su gloriosa magnificencia sobre el Trono de su omnipotencia encima del agua. Veamos pues dicha imagen en el Qur’án.

El Trono en el Qur’án

“Alªarsh” es en “Lisán Alªarab” (el diccionario más famoso y completo del árabe) un asiento elevado que simboliza el poder y el dominio de quien lo ocupa sobre todo lo que queda por debajo; otro significado es el de “rama” o ramificaciones que forman la copa de un árbol. Pero la definición que se adecua a la naturaleza del trono que pretendemos entender es diferente y más compleja que todo ello.
El Islám se caracterizó entre las dos anteriores por su Unificidad absoluta, siendo Al-láh el Único eterno por un lado, y que no admite limitación alguna en el espacio. De allí que tendría el Islám que resolver dichas contradicciones sobre la eternidad de las Aguas y su ancestralidad, así como el hecho de ocupar el Trono como espacio limitado.
Si nos fijamos bien en las distintas Áyat que mencionan el Trono de la Divinidad, sobre todo cuando no es acuñado a Su nombre divino “Rabbu Alªarsh”, lo encontramos asociado al verbo “istawá”, causante de no pocas polémicas discusiones entre los que interpretan tanto el Trono como el verbo en sentido físico de “asiento y asentarse”, llegando interpretes como Bnu Taymia a hacer de dicha interpretación “dogma de fe” en la que no cabe preguntarse el cómo.
No más fácil les resultó el asunto a los que abogan por la interpretación alegórica o simbólica; quienes escapan a las contradicciones de los nominalistas que terminan dotando la Divinidad con cualidades humanas de ocupar un espacio, pero su explicación se tambalea al tener que explicarse el referente y lo referenciado de dicha alegoría.
Muhammad Asad al escribir su “El Mensaje del Qur’án” no tuvo más remedio que tomar bando en esta polémica y optó por la opción “alegórica”:
“En cuanto al término ªarsh (lit., “trono” o “sede de poder”), todos los comentaristas clásicos, antiguos y modernos, son unánimes en la opinión de que su uso metafórico en el Qur’an sirve para expresar el dominio absoluto de Dios sobre toda Su creación. Es de resaltar que de los siete casos en los que en el Qur’an se dice que Dios “está asentado sobre el trono de Su omnipotencia” (7:54, 10:3, 13:2, 20:5, 25:39, 32:4 y 57:4), tal expresión va ligada a una declaración sobre Su creación del universo.”
“Wa kána ‘arshuhu ‘alá l mâ”
Sobre la creación del agua, lo cual como vimos no quedaba muy claro en el Antiguo y Nuevo Testamento y mucho menos en las Leyendas pre-monoteístas, las explicaciones de los Comentaristas como Al-ÿalálayn y Bnu Kazir pueden dar a entender que las aguas que soportaban el Trono sean anteriores a toda creación; pero nunca se le hace coparticipes de la Eternidad Divina ni mucho menos. De hecho los que prefieren la polémica obvian que hay Hadíces que manifiestan que al igual que el Trono el agua fue creada y no comparte por ende la Unificidad Divina.
Al Comentar la Áya 7 de Súrat Húd, Bnu Kazir argumenta: “Al-láh nos hace ver que es Todopoderoso y que creó los cielos y la tierra en seis días, estando Su Trono sobre el agua con anterioridad”. Citando después un Hadíz del Imam Ahmad de que Muhammad (ص) dijo: “Estaba Al-lah antes que todo y su Trono sobre el agua y en el “Lawh al mahfúd”se menciona todo”, Corrobora este Hadíz Al-Bujárí y Muslim.
Está claro, pués, que la creación del Trono y el agua precedió la de la tierra y los cielos; pero según Kaºb: “Al-láh creó una esmeralda (Zumurruda) verde y al contemplar su criatura ésta se transformó en agua que tiembla ante Su Altiva presencia y así sigue aunque en calma estuviera tembloroso ante su Creador. Después creó el viento y sobre él montó el agua y sobre éste puso Su Trono”. Dijo Saíd bnu ÿubair, según Bni ªabbás, que se le preguntó sobre “el Trono de Su omnipotencia ha descansado sobre el agua”, la pregunta ¿Sobre que estaba el agua? Contestó él: montado sobre el viento.”
De la importancia del agua, que constituye gran parte de nuestra esencia junto al barro, hay muchas referencias de la primera creación en Al-Qur’án, pero hay una de Ibn ‘Arabí -en su Al-Futuhát- muy ejemplar. Cuando Dios ordenó a los Ángeles glorificar la Creación Divina del ser humano sólo Iblís se negó por su errónea vanidad de considerarse “superior” al hombre -por ser de barro- olvidando su esencia acuática que supera al fuego y todos los otros elementos. Siendo además, y según la misma fuente, el barro que pueda parecer tan “insignificante” la parte templadora de nuestra original esencia y carácter, la que le dota de estabilidad y cordura al ser humano.

Acercamiento a la Áya en su contexto:

Bismi Láhi Rahmáni Rahím
وَهُوَ الَّذِي خَلَق السَّمَاوَاتِ وَالأَرْضَ فِي سِتَّةِ أَيَّامٍ وَكَانَ عَرْشُهُ عَلَى الْمَاء لِيَبْلُوَكُمْ أَيُّكُمْ أَحْسَنُ عَمَلاً وَلَئِن قُلْتَ إِنَّكُم مَّبْعُوثُونَ مِن بَعْدِ الْمَوْتِ لَيَقُولَنَّ الَّذِينَ كَفَرُواْ إِنْ هَـذَا إِلاَّ سِحْرٌ مُّبِينٌِ
(11:7) Y Él es quien ha creado los cielos y la tierra en seis eras; y [desde que ha dispuesto la creación de la vida,] el trono de Su omnipotencia ha descansado sobre el agua. [Dios os recuerda vuestra dependencia de Él] a fin de probaros [y poner de manifiesto] quien de vosotros observa la mejor conducta. Pues así ocurre: si les dices [a los hombres]: “¡Ciertamente, seréis resucitados después de la muerte!” --los que se obstinan en negar la verdad sin duda responderán: “Esto es, claramente, sólo un engaño de hechicería!”
En esta noble Áya asistimos al recuerdo del hecho más trascendente de la historia del universo y de la humanidad que es la creación y el orden de la creación, no obstante, no deja de ser un enigma dicho orden y parte del conocimiento vedado a los humanos; ya que, aunque se afirma que el Trono sea la primera creación de Al-láh el hecho de que descanse sobre el agua supone que éste sea de anterior creación lo mismo que el viento puesto que sobre él descansa el agua temblorosa sujetando el Trono divino en su magnificencia. Así mismo, sólo Al-láh sabe, el Qalam (Kalamo) y Al-lawh (el Registro) también son de Sus primeras creaciones, y dado que su función es la de registrar la totalidad de lo creado cabe la posibilidad de que existiesen con anterioridad.
Pero el orden no es más que uno de los muchos otros preceptos que se escapan a nuestra comprensión humana; el tiempo de la creación de los cielos y la tierra y su delimitación a los seis “días” o jornadas o eras; “El primero el domingo (ahad: en árabe el número uno) y el último el viernes (ÿumuªa: único día cuyo nombre no es cifra y significa “unión”)” [Ver tafsír. Al-ÿalálayn].
Antes de crear cielos y tierra, sobre el agua descansaba el Trono de Su omnipotencia que a su vez se sostenía sobre el viento. “A fin de probaros” es la razón de “ha creado” cielos y tierra, con todo lo que en ellos hay de beneficios para el ser humano, para poner de manifiesto quien “observa la mejor conducta” y quien es el que más obedece a Al-láh.
La razón de recordar este grandioso episodio de la génesis de la totalidad de lo creado es para que el ser humano se diera cuenta de su insignificación cósmica en comparación con la creación de los cielos, la tierra, el agua y el Trono; es para hacerles ver a los que desmienten al Profeta Muhammad ( ص ) que su resurrección después de la muerte no es nada comparado la creación Divina y no es ningún engaño de hechicería ni es imposible para Su gran poder.
En cuanto al motivo de citar la primera creación, aunque con variaciones según las Áyát del Qur’án, en este caso es “a fin de probaros [y poner de manifiesto] quien de vosotros observa la mejor conducta.” significa que es para que Sus siervos se dieran cuenta y tengan la certeza de Su integra capacidad para resucitarlos.
Según Qatáda el significado de “quien de vosotros observe la mejor conducta” es “Cual de vosotros está en su integro juicio”.
Mientras para Alhasan y Sufián Azzawri se refiere a:”Quien de vosotros menos se aferra a este mundo” y cuenta que Jesús ( عليه السلام ) pasó cerca de un hombre durmiendo y le dijo:
- ¡Oh dormido! levantate a rezar
- ¡Oh alma de Dios ya he rezado. Contestó
- ¿Cómo rezaste? le preguntó Jesús ( عليه السلام )
- Dejando este mundo para sus gentes
- Duerme entonces, le replicó Jesús ( عليه السلام ), has superado a los oradores más puros.
Para Ad-dahák, se refiere a “Quien de vosotros es el más agradecido”.
En cuanto a Muqátil la define como “Quien de vosotros es más conciente de Dios” y para Bni ªAbbás: “Quien es más se aplica en la obediencia de Al-láh ( عز وجل ).”
De todos modos rogamos a Al-láh nos guíe a todos por el buen camino para aplicarnos en Su obediencia y ser de los más concientes de Su presencia, los más agradecidos por indulgencia. Ámín.
_______________________________________________
1. De Sumeria a la Torah; Dr. Fádel Abdelouahed, Pág. 194, Ed. Sinae
2. Ídem
3. Historia de la Civilización egipcia, Salim Hassan y otros, Pág. 210
4. Ídem
5. El Mensaje del Qur’án, Muhammad Asad, Pág. 206 nota 46, Ed Junta Islámica 2001
6. Sharh Bnu Kazír, Tomo 2 pág 418

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